El ejercicio físico posee múltiples beneficios en relación a diferentes patologías. El cáncer y los propios tratamientos conllevan una serie de efectos secundarios que merman la calidad de vida del paciente y reducen su supervivencia. Se ha demostrado a través de la evidencia científica que el ejercicio físico es una potente herramienta para poder paliar y tratar estos efectos secundarios de manera segura y eficaz. Es por ello, que la inclusión de un programa de ejercicio físico personalizado y supervisado por un equipo multidisciplinar, debería ser algo casi obligatorio para aquellas personas que se encuentren en cualquier fase del proceso oncológico (previo a los tratamientos, durante o tras haber finalizado los mismos). Evitando recidivas y mejorando la calidad de vida.